A propósito de los ritos preparatorios

Durante la últimas sesiones del Lam Rim, hemos iniciado la lectura de la parte en la que se detalla todo lo referente a los ritos preparatorios. Como complemento de esa lectura, propongo estas explicaciones de Rigdzin Shikpo, quien fue discípulo de Chögyam Trungpa Rimpoché y de Dilgo Khyentse Rimpoché. Están recogidas en su libro: No mirar hacia otro lado, de Ediciones Dharma, pagina 181 y ss.

«El camino budista comenzó hace 2.500 años con el Buda Shakiamuni. No sabemos con exactitud qué aspecto tenía, pero la manera tradicional de representarlo sirve ya como buena base de inspiración. Muchos practicantes budistas tienen imágenes del Buda en sus hogares. Sin embargo, en Occidente muchos practicantes recién iniciados sienten un poco de vergüenza. Se preguntan si las representaciones del Buda son por sentimentalismo y si basta con evocar imágenes del Buda en la mente. Es pues importante comprender por qué se emplean estas imágenes físicas y cómo debemos entenderlas.

No tiene mucho sentido tener una imagen del Buda si la ves como una mera pieza de metal o de madera, colocada en la esquina de tu sala de meditación. Una imagen del Buda sirve de apoyo físico para la sensación de presencia del Buda; de igual modo que cuando quedamos con alguien, su apariencia física sirve de apoyo a su presencia. Podemos hacernos una idea del carácter de una persona según su modo de hablar, de gesticular y de moverse. Pero si pensamos en qué es esa persona, nos damos cuenta que es mucho más que su sola apariencia física y sus gestos. Algo parecido ocurre con la imagen del Buda; contribuye a la sensación de presencia, en este caso la presencia de la iluminación.

¿Qué sabemos realmente de la iluminación? ¿Qué significa exactamente decir que el Buda está presente en esta sala? Podemos pensar que es alguien que puede concedernos nuestro deseo más profundo, si contestamos todas esas preguntas trascendentales relacionadas con el sentido de la vida.

Según el budadharma, sólo podemos experimentar esas respuestas, a modo de compresión plena directa, cara a cara, en el nivel de la intuición o la inspiración (pero sin la imprecisión y vaguedad que puedan transmitir esas palabras). Un Buda, que literalmente significa “alguien despierto”, ha comprendido esto plenamente y lo puede transmitir a los demás. Sin embargo, esta transmisión no se realiza necesariamente por medio del lenguaje; puede darse de manera directa, de mente a mente; por tanto, no necesitamos una figura de buda parlante.

Así, cada vez que entremos en nuestro cuarto o sala de meditación, estamos en presencia de alguien despierto, alguien que también puede ayudarnos a despertar.

Mientras atraviesas la puerta, intenta imaginar cómo sería estar en presencia de un buda. Pero no lo pienses demasiado, pues no serviría de nada. Lo importante es sentir cómo sería estar en presencia de alguien despierto.

En la tradición budista nos abrimos a la presencia de los seres despiertos a través del cuerpo, el habla y la mente. Nos rendimos ante ellos por medio de postraciones, ofreciéndonos con el cuerpo sin echarnos para atrás. Nos ofrecemos con el habla recitando las oraciones del refugio y los votos del bodisatva, o recitando poesía o canciones que nos inspiren para poder sentir la naturaleza increíble de un encuentro con un verdadero buda. Finalmente, dejamos que nuestra mente repose en esa experiencia.

A veces se realizan ofrecimientos físicos, como flores, incienso, velas encendidas y demás. Los tibetanos suelen ofrecer siete recipientes de agua, que representan los siete elementos que se ofrecen a las visitas distinguidas en la India. Pero no importan los detalles; lo que importa es la sencillez y la pureza de la ofrenda. Después de la misma, nos sentamos delante de la imagen del Buda y dejamos reposar la mente, para entrar en una especie de comunión con la experiencia del despertar.

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…Es útil emplear imágenes materiales, porque podemos estar en contacto con ellas mientras realizamos nuestras actividades diarias. Sin embargo, el Buda no tiene por qué aparecer como una imagen externa. El Buda puede aparecer como una figura en nuestras mentes, pero no como algo visualizado brevemente. Puede ser simplemente una sensación de presencia evocada por una descripción sencilla de su apariencia y virtudes.

¿Y por qué quedarnos con solo un buda? Puesto que la iluminación llega a cualquier lugar, puedes pensar en miles de budas que irradian su luz por el espacio infinito, todos delante de ti… aunque no solo de ti… ¿Por qué tendrías que ser tú el único en tener ese vínculo con ellos? ¿Qué pasa con las personas a las que amas? ¿No los necesitan ellos también? ¿Y las personas que odias? ¿No los necesitan incluso más? ¿Por qué no todos los seres?

Imagina que un número casi infinito de budas, irradiando su luz en el espacio, está sentado delante de ti, y a tu alrededor se encuentran tus amigos, tu pareja, y todos los que amas: tus padres, hijos, sobrinos, maestros, vecinos… Todos tus seres queridos, humanos y no humanos, como las mascotas.

Pensar de este modo nos ayuda a incrementar la sensación de inmensidad. Nada está excluido: toda la iluminación está delante de nosotros, y todos los seres están a nuestro alrededor. Luego podemos imaginar que todos los seres hacen ofrendas físicas y repiten las oraciones de refugio o cantan oraciones de alabanzas a los budas y a la iluminación.

Finalmente, van desapareciendo poco a poco todas esas imágenes, pero la sensación de presencia permanece con nosotros, y podemos reposar la mente en ella.

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Volvamos a esa imagen de tener todos los budas frente a nosotros, con todos los seres sensibles reunidos a nuestro alrededor. No es importante si los budas están más o menos detallados. No quiero darle demasiada importancia al detalle, puesto que no es necesario; incluso puede ser contraproducente. A medida que te vas adentrando en la práctica, los detalles irán surgiendo, de manera casi espontanea. Lo realmente importante es la sensación de presencia.

Lo mismo ocurre con todos los seres sensibles. Es suficiente con tener una impresión de los diferentes tipos de seres reunidos a tu lado, con sus aspectos diferentes, sus personalidades, sus emociones. Puede ser un ejercicio breve, no tiene por qué ser algo detallado y duro.

La razón por la que tenemos delante a miles de budas en cualquier punto del espacio es para comprender que el despertar puede venir de cualquier parte. No está en un punto concreto, más que en cualquier otro. Necesitamos una sensación vívida e intensa del despertar surgiendo por todas partes.

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Otro modo de contactar con la iluminación es realizar oferndas de las cosas que poseas, o de todo lo que sea bello y valioso en este mundo. Acompañado por todos lo seres sensibles, ofreces tus percepciones sensoriales y cualquier tipo de flores, música, arte y pinturas: todos los atardeceres, los sonidos, olores, sabores: todo lo creado por la mente o la mano del hombre que sea digno de ser ofrecido. Ofrecemos todo esto a los budas por la iluminación completa.

La forma nos permite establecer una sensación de presencia del despertar y una fuerte experiencia de buscar refugio, tomar el voto del bodisatva o de realizar ofrendas. Luego podemos dejar la forma y centrarnos más en la sensación que acompaña a la búsqueda del refugio, a la bodichita o a cualquier actividad del darma que estemos llevando a cabo.»